Columna: Arte Urbano
La ciudad es un complejo fenómeno de construcción cultural que alcanza un hondo carácter simbólico y significativo, pues se trata de la representación material e ideológica del poder político, religioso, económico y social, Y en ella se conjugan tanto las aspiraciones y logros, anhelos y frustraciones del conjunto social que la edifica y habita como expresión. Es el campo de acción que da expresión del ser, percibir y proceder de quienes la conforman, resultado de su historia y genuino soporte de manifestación.
Durante las últimas décadas en Chile, hemos asistido a la enérgica transformación de nuestras ciudades como consecuencia del progreso y desarrollo, una crisis generalizada que ha significado del desbordamiento físico y la segregación funcional, provocando nuevas y complejas situaciones para entender la ciudad como un espacio relacionado y contenedor de significados que hasta hace algún tiempo nos resultaba más coherente y organizado.
Por arte urbano se podría reconocer una diversidad de manifestaciones que dan cuenta de esta situación y que van desde expresiones individuales o colectivas espontáneas que la utilizan como campo declarativo, como por ejemplo, el arte de la calle, que incluye procedimientos técnicos como el graffiti, esténcil o pegatinas, pero también es terreno de expansión para el arte en cuanto a definición académica institucionalizada. En este sentido, el uso del término arte urbano sirve para designar un conjunto de obras de artistas contemporáneos que han desplazado su actividad creativa hacia el espacio público como forma de expansión y transgresión a las jerarquías y formatos tradicionales. Sea cual fuere el caso, ya sea por manifestaciones espontáneas o por proyectos artísticos formales, el arte urbano se refiere a obras que tienen como contexto y soporte la ciudad y lo urbano, y por lo tanto se vincula a espacios de exhibición y espectadores totalmente distintos a los convencionales, donde la relación con la obra se cruza con el habitar. Tampoco se trata de obras que han sido desplazadas desde sus espacios tradicionales [Museo o galería] sin importar su relación con el entorno, más bien se trata de obras que interactúan con la ciudad y se dejan transformar recíprocamente. A partir del anterior podríamos decir que los intereses y propósitos de quienes realizan este tipo de intervenciones tiene motivaciones diversas, una de ellas por ejemplo se refiere a la pintura mural, formato que cuenta con una larga tradición dentro de la historia del arte y que tuvo en el muralismo mexicano una expresión superlativa al unir a través del arte, en este caso la pintura, las aspiraciones colectivas en procesos de transformación social, que utilizan el carácter icónico y simbólico de la imagen para dar forma a esas aspiraciones, es decir, obras que cumplen un rol y una función definida de contribución a esos procesos.
Por otro lado y dentro de la misma línea de comportamiento, en los últimos años hemos contemplado la explosión de manifestaciones artísticas que obedecen a la cultura popular urbana, el graffiti en particular se ha ido apoderando del espacio citadino y los lugares comunes para plantear ideas, sueños y obsesiones que buscan en el espacio público expresar una necesidad de comunicación insistente y contundente. Si bien en sus orígenes ambas expresiones tenían propósitos diferentes, en la actualidad esa brecha ha disminuido, pues en ambos casos se ha comprendido la importancia del contenido, ya que no se trata solo de una expresión de virtuosismo, vano, técnico, sino más bien buscar la integración y compromiso con el espectador casual, de variadas y múltiples miradas para la construcción de sentido.
Son muchas las preguntas que sobrevienen acerca de este tipo de expresión: ¿cuál es el rol y compromiso social de estas?, ¿se busca la transformación o solo se trata de comunicación?, ¿cuáles son sus valores plásticos o estéticos, la temporalidad efímera o permanente, sus contextos?. No hay respuesta unívoca, cada uno de nosotros deberá responder de manera crítica frente a esto, pero deberá hacerlo en concordancia y respeto frente al otro y en la búsqueda del bien común. Un factor determinante para la existencia de estas prácticas tiene que ver en cómo se concilian los distintos intereses sociales y culturales que convergen en estas realizaciones, durante el tiempo de mi participación en la Mesa de Vinculación Público Privada PRBIPE, estos temas han sido tratados y analizados en la búsqueda de criterios y consensos que permitan estimular el desarrollo de la presencia del arte en la ciudad en reconocimiento al importante aporte positivo que representa este tipo de expresión, pero también buscar formas de regulación y convivencia armónica con otras expresiones urbanas, arquitectónicas, culturales y patrimoniales que conforman el valor de conjunto de nuestras ciudades. En este sentido se ha logrado dar curso a varios proyectos de intervención artística en nuestra comuna, que efectivamente cautelan los puntos anteriores y que además aportan al mejoramiento del espacio común. Esta es una base para seguir avanzando en un trabajo colaborativo y orientado por un marco de objetivos claros y conciliados que nos conduzca a una mejor ciudad.
Enrique Zamudio